Éste NO es otro comentario más sobre la explotación infantil, porque abundan en el mundo de las instituciones que luchan, a favor y en contra del tema.
Después de mi encuentro furtivo con la realidad de muchos niños de varios lugares, no sólo guatemaltecos, y de conocer un poco más sobre las condiciones en las que desarrollan un trabajo mal pagado, sobrecargado e ignorado, hasta todo visto con la naturalidad con la que se observa cualquier amanecer, he podido darme cuenta de la insensibilidad que como “seres humanos” desarrollamos ante temas que no deben ser vistos como normales.
Utilizo el término “normal” como referente a la situación laboral de la niñez, ya que es “usual” ver a niños trabajando, en la calle, en casas, en fábricas, en negocios particulares, etc., etc. Pero, ¿Realmente es lo que un niño debe de hacer? Algunas veces es lo que tiene que hacer, más que lo que debe hacer o quiere hacer.
Pero el punto que someto a discusión no radica en los motivos, deseos, decisiones o acciones. El punto es la indiferencia con que es visto el acto de explotación y robo de una “niñez”. Sí, esa niñez de estudio, de juego, de desarrollo, de amor, de seguridad, de confort… Eso que no se conoce trabajando y peor aún, siendo explotado mientras se trabaja.
Porque pasamos al lado del niño en el mostrador, en la fábrica, en la casa, y no nos percatamos que es un niño, jugando o intentando ser adulto, lo vemos “normal”, o ni siquiera lo vemos… ¿estamos siendo apáticos, ciegos, tontos?, ¿nos acomodamos al mundo, porque así es?, ¿realmente somos un país en vías de desarrollo?, ¿eso es el desarrollo?, ¿nuestros hijos también trabajarán desde los 5 años?, ¿ese es el precio de no ser tercermundistas o de serlo?, ¿después las madres embarazadas en vez de hacer largas e interminables filas para inscribir al pequeño al colegio deseado, harán filas para solicitar trabajo para su primogénito de 5 años?, ¿qué estamos haciendo cada día?, ¿avanzando hacia un futuro mejor?... lo dudo.
No lo sé, no sé las respuestas, pero creo tener una idea de las nefastas consecuencias de nuestros actos que se quedan impunes en el tiempo. Somos víctimas de ese acomodamiento en “mi zona segura”, en “mi mundo interior”. ¡Es devastador!
Después de mi encuentro furtivo con la realidad de muchos niños de varios lugares, no sólo guatemaltecos, y de conocer un poco más sobre las condiciones en las que desarrollan un trabajo mal pagado, sobrecargado e ignorado, hasta todo visto con la naturalidad con la que se observa cualquier amanecer, he podido darme cuenta de la insensibilidad que como “seres humanos” desarrollamos ante temas que no deben ser vistos como normales.
Utilizo el término “normal” como referente a la situación laboral de la niñez, ya que es “usual” ver a niños trabajando, en la calle, en casas, en fábricas, en negocios particulares, etc., etc. Pero, ¿Realmente es lo que un niño debe de hacer? Algunas veces es lo que tiene que hacer, más que lo que debe hacer o quiere hacer.
Pero el punto que someto a discusión no radica en los motivos, deseos, decisiones o acciones. El punto es la indiferencia con que es visto el acto de explotación y robo de una “niñez”. Sí, esa niñez de estudio, de juego, de desarrollo, de amor, de seguridad, de confort… Eso que no se conoce trabajando y peor aún, siendo explotado mientras se trabaja.
Porque pasamos al lado del niño en el mostrador, en la fábrica, en la casa, y no nos percatamos que es un niño, jugando o intentando ser adulto, lo vemos “normal”, o ni siquiera lo vemos… ¿estamos siendo apáticos, ciegos, tontos?, ¿nos acomodamos al mundo, porque así es?, ¿realmente somos un país en vías de desarrollo?, ¿eso es el desarrollo?, ¿nuestros hijos también trabajarán desde los 5 años?, ¿ese es el precio de no ser tercermundistas o de serlo?, ¿después las madres embarazadas en vez de hacer largas e interminables filas para inscribir al pequeño al colegio deseado, harán filas para solicitar trabajo para su primogénito de 5 años?, ¿qué estamos haciendo cada día?, ¿avanzando hacia un futuro mejor?... lo dudo.
No lo sé, no sé las respuestas, pero creo tener una idea de las nefastas consecuencias de nuestros actos que se quedan impunes en el tiempo. Somos víctimas de ese acomodamiento en “mi zona segura”, en “mi mundo interior”. ¡Es devastador!
Comentarios
Realmente, es un tema triste... Pero hay muchos factores que influyen en este caldo de lamentos.
Ahora bien... tampoco podemos esperar que todos reaccionemos de la misma manera y tampoco podemos esperar a que todos le busquemos solución a x problema, sobre todo porque existen otros problemas en el mundo... si está en nuestras posibilidades sería bueno y conveniente hacer lo posible por participar activamente resolviendo esos problemas y si no está sería bueno buscar el tiempo necesario para que lo fuera y comprometernos todos, claro suena utópico e imposible pero el granito que cada uno aporte por lo menos va a llegar a alguien.