Al saber de la situación me asome a la ventana de la sala familiar, que por suerte está en el segundo nivel y desde allí diviso perfectamente la salida del condominio, como era de esperarse las mujeres y hombres del condominio, y claro los curiosos niños, estaban a las afueras de la garita, observando hacia la calle, ya que a menos de 500 metros se encontraba la turba incendiando llantas y obstruyendo el paso a cualquier transeúnte.
Desde arriba de mi casa se veía la aflicción de los adultos, por el trabajo, los colegios, la situación inmediata y quién sabe qué más… Pero los rostros de los niños denotaban una alegría pícara por su justificada ausencia en la escuela. Aunque observaba con cautela todos los movimientos de mis vecinos, me llamaba la atención cómo las personas que usualmente utilizan el transporte público se regresaban caminando a sus casas, y hasta hubo quienes, a pesar de los peligros, intentaron cruzar las barricadas, pero como era de esperarse regresaban desilusionados y quejándose.
Frente a la panadería Pavallier se encontraba estacionada una unidad de la PNC, la cual contaba con unos 10 elementos, todos armados pero solo apoyados contra la pared, riéndose de lo que veían, esperando quién sabe qué; no faltaron las personas que les llegaron a hablar, las mujeres que los pasaron saludando y uno que otro hombre también. Pero ellos al igual que mis vecinos y yo, sólo observaban el desarrollo de la situación.
Después de un tiempo, de ver por la ventana y escuchar Noti7, observe por la tele que había gente en grupos haciendo como bombas improvisadas, eso ya me aterró, sabía que algo podía suceder… Pero mi mayor preocupación era ver a todas las personas, como típicos guatemaltecos morbosos, observando de cerca la escena, acompañados por niños… ¡Sí, por los niños!, quienes con cierto asombro y alegría, inocentes, observaban todo, pero yo sabía que ellos corrían riesgo y me preguntaba, ¿Si yo que no soy madre, puedo medir el peligro, por qué esos padres no entran a los niños? Pero en fin, como mi madre me dijo, ¡tú no te metás!. Pero más pudo lo que pensaba, porque, aunque me lo dijo, me seguía intrigando…
Al cabo de unos minutos de observar, comentar y hasta prepararme un sándwich, porque la curiosidad despertó mi hambre, empecé a escuchar cada vez más los gritos y ciertos sonidos diferentes en la turba. De pronto una sensación de miedo empezó a recorrer mi cuerpo, observé la cancha de básquet que está frente a mi casa, y pude divisar a otros niños jugando, había gente que seguía acercándose a la garita, y de pronto pude observar como los policías, salieron de su zona cómoda y empezaron a percibir lo mismo que yo… Y de pronto ¡BOOOOOOOOOOOOOMMMMM! un estruendo sacudió las masas, las personas empezaron a correr…. observé cómo la gente gritaba, yo esta atónita, no sabía a dónde ver, de pronto recordé a los niños en la cancha, les empecé a gritar a los policías y a ellos, pero nadie me escuchaba, parecía que todos estaban sordos, mi madre me pedía calma, pero era imposible: ¡INICIÓ EL ESTADO DE CALAMIDAD!
De pronto una bomba cayó en el campo de básquet los niños corrieron a sus casas, algunos no se salvaron de respirar el humo, la bombas sonaban, los disparos se dejaron escuchar, mi madre gritaba que me quitara de la ventana, mi perro asustado se metía debajo de mi suéter, mi hermana se levantó asustada y todas con gran nerviosismo cerrábamos las ventanas de la casa.
Los vecinos corrían, cada vez más la televisión pasaba imágenes del lugar de los hechos… Todo fue en segundos, las bombas entraron en algunas casas del condominio, obligando a la gente a correr a otro extremo con niños y mascotas en mano…
¡Era un ataque! un ataque y yo sin saber bien por qué, pero ahí estaba igual, sufriendo las consecuencias… El gas alcanzó mi casa y entró en mis ojos y mi garganta, provocando lagrimeo y un sabor desagradable en mi boca, pero toda sensación estaba apañada por la incertidumbre de lo que iba a suceder… La incertidumbre despierta el morbo y el miedo, ambos sentimientos no deben llevarse de la mano, así que ganó el morbo, seguí observando pero la calle a pesar de seguir transitada, estaba más tranquila, la gente detrás de los carros, asustada no dejaba de mirar, aunque con tanto humo era difícil seguir la trama.
De pronto en las noticias se transmitió que la policía había agarrado a los “revoltosos” y que ya estaban despejando la carretera, entonces me sentí tranquila, cuando de pronto ¡BOOOMMMM! otra bomba, que cayó a dos jardines del mío… ¿Dios, cuándo se iba a terminar? Y me acordé de la guerra de Irak y pensé: yo aquí quejándome y esto no es nada… Pero otra parte de mí, aún con miedo, deseaba ya no escuchar más.
Al cabo de 10 minutos la situación se “calmó”, no hubo más estruendos y los vecinos empezaron a salir de sus casa, a abrir las puertas para que el humo saliera, los niños de particular, resignados a no ir al colegio, empezaron a buscar las bombas en los jardines… Acto que después seguí con ellos para deshacerme de ese material y que no lo guardasen en sus casas… Una vez más me estaba metiendo…
De pronto, el caos vehicular no se hizo esperar, los trabajadores deseaban llegar a sus destinos, las bocinas de los automóviles y los silbatos de la PMT me hicieron finalmente saber que ya todo estaba bien, ya que esos sonidos “selváticos” y estrepitosos SI SON del diario vivir…
Y aún escribiendo estas líneas, pienso que las protestas tienen razón de ser, pero el alza al pasaje también, porque el sistema de buses de San José Pinula es uno de los únicos que mantiene en buen estado las unidades y que brinda un buen servicio, lo cual puedo afirmar y confirmar porque he probado el servicio dos veces y ambas me sentí segura y muy a gusto, pero el alza del combustible esta haciendo de las suyas , la inflación y el costo de la vida sin una generación de capital sustancial en el país provoca este tipo de CAOS que afectan a quienes, como yo, ni siquiera están enterados de la situación…
Ojalá y la situación se mejore para todos, no sé cómo, pero de algo estoy segura, la violencia no abre los espacios de diálogo, solo deja contaminación y miedo, atrasa las labores y hace descuentos en los sueldos de aquellos que llegaron tarde la trabajo… y de aquellos que hoy pasarán su día en una comisaría policial detenidos… ¡Ay, gas lacrimógeno, déjanos respirar!, ya que el sueño se empañó, y mi descanso terminó.- Chrystin (Psicó-loca)
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